jueves, 23 de enero de 2014

El Parque Encuentado - El cuento

Hace muchos años el Parque Rugló estaba habitado por una multitud de seres fantásticos. Había hadas, duendes, elfos, ninfas, cíclopes, dragones, leogrises, camanegros, cuatrofuegos, gusablancos y otros seres cuyos nombres se desconocen. Las plantas invadían todo el parque con su manto vegetal, encontrando todo tipo de colores y formas, árboles de gran tamaño de frondosas ramas. Mariposas, libélulas y pájaros adornaban el cielo con sus colores y sonidos. Todo este mundo fantástico nacía de los personajes de los cuentos, ya que este parque se encontraba en un pequeño pueblo de Alicante donde los libros eran el objeto más preciado de sus habitantes.
Los habitantes de Agost, que así se llamaba este pueblo, eran amantes de los libros y en todas las casas se leían gran cantidad de ellos. Por ello, todas las noches en Agost había multitud de sueños que recreaban las historias de los cuentos, y por esto, todas las noches nacían nuevos habitantes en el parque, fruto de los sueños procedentes de las personas del pueblo de Agost. Los personajes de cada sueño tomaban forma y se hacían realidad en este parque. Tanto era así que todo el mundo lo conocía como Parque Encuentado.



Apareció por el pueblo un personaje muy extraño. Llevaba un gran saco a sus espaldas con el que siempre iba cargado, pero nunca nadie había visto que escondía en el. Este personaje, sin que nadie de Agost se diera cuenta, poco a poco, comenzó a robar los libros de todas las casas, y así, poco a poco también fueron desapareciendo los sueños de los habitantes de Agost. Los seres que habitaban el Parque Encuentado estaban muy preocupados, pues cada día amanecía un personaje menos en el parque, ya que por cada libro robado, por cada sueño no soñado, desaparecía un personaje de los cuentos.
Los pocos seres del Parque Encuentado que habían sobrevivido decidieron emigrar a otro sitio donde poder vivir. Y así, en una noche de luna llena subidos a un rayo de luna todos ellos abandonaron el parque. Desde la luna nunca olvidaron el parque y todas las noches le enviaban rayos de luz blanca.
Los habitantes de Agost apenas se habían dado cuenta del cambio, pues cada uno comenzó a preocuparse por sus cosas y a olvidar el Parque Encuentado. Sin embargo, una gran tristeza se adueñó de todos ellos, aunque ninguno entendía su origen. Fue entonces, en una noche de luna llena cuando nació un niño muy especial. Si bien aprendió a leer, comenzó a leer cuentos y más cuentos. Su lugar favorito era la biblioteca, el único lugar que aquel personaje extraño había olvidado y donde aún existían los libros esperando ser leídos. A todas horas iba el niño allí y leía y leía. Y claro, por las noches tenía hermosos sueños. Fue así como nació el primer ser fantástico en la luna, de todos aquellos sueños, de todos aquellos libros. Y poco a poco fueron naciendo más, pues el niño contaba lo que había leído en los libros a su familia, amigos, conocidos, y así fue como los habitantes de Agost comenzaron a recordar el Parque Encuentado, a leer libros, a soñar.



Los personajes de los cuentos ya nunca más volvieron a bajar de la luna, salvo una vez al año en que decidieron celebrar el Día del Libro y recordar los fantásticos tiempos del Parque Encuentado. Y es así, como una vez al año se unen los habitantes de Agost con los personajes de sus sueños, y donde los habitantes de Agost ofrecen un cuento a sus personajes, para recordar entre todos que nunca debemos dejar de soñar ni de leer libros.

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